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Palaras

El mismo puente

Hay momentos en los que te abandona el habla, pero no el pensamiento ni la imaginación ni mucho menos las ideas. Millones de palabras jamás pronunciadas son el puente que marca la distancia entre yo y la otredad. ¿Qué pasa cuando ya no importa qué digas?
Las ideas no desaparecen, el pensamiento no para de recordarte que lo que buscas para expresarlo está detrás de tu silencio, la imaginación te ruega buscar formas de decirle a la nada que detrás de la existencia hay un motivo y que aun si no lo hubiera, la profundidad de la belleza trastoca todo y es de necios no verlo.
No verlo… ¿Y qué si lo que miras no vale ser narrado? Porque sea quien sea que esté a tu lado o del otro lado de la página, probablemente no verán el mismo atardecer. ¿Qué si Monet le platicó la vida a Van Gogh? Y jamás vieron igual el florecer o marchitarse, los colores, los cielos, y nosotros no hemos visto lo que ellos pintaron sino lo que vemos. En ese caso es risible siquiera intentar, las palabras resultan ser mudas.
Si yo que vivo de palabras las encuentro mudas, ¿qué pueden decir entonces a cualquiera?
O tal vez así ha sido siempre y las palabras no dicen nada, pero creemos que al pronunciarlas le dirán al otro lo que miro, lo que pienso, lo que busco, y aquél otro recibe simplemente lo que mira, lo que piensa, lo que busca.
Aquel puente no está hecho de palabras no dichas sino de todas las palabras, y no se cruza, porque no hay forma alguna de que te muestre que la luna es el sol de la noche sin que te preguntes si es el sol entonces la luna de los días.
Y de un segundo a otro no nos encontramos en el mismo mundo, que nunca ha sido el mismo, no tendría por qué, pero vivimos creyendo que lo es. Y aquel puente es apenas espejismo, si quisiéramos cruzarlo, volveríamos a donde estamos.