Me he cansado de ser fuego
y que mis heridas me abrasen
mientras alimenta el viento
la furia con la que nacen.
Despierto por curiosidad.
A veces de mí, a veces del mundo,
frecuentemente del azul.
El mundo y yo
El mundo se aleja y sus pasos son las manecillas del reloj,
el mundo se aleja y su caminar lleva años por nombre,
el rostro de los años son recuerdos; un punto de partida.
Parece estar inerte, pero seguimos su alteración sin conmoción.
A lo lejos
Escribo cuando me miro del otro lado,
cuando conozco el nombre de lo que siento.
Soy pregunta y respuesta,
quizá no del mismo enunciado,
buscando darle cuerpo al pensamiento.
De otra forma, el olvido las abrazaría,
cuando no quiero regalarlas a la nada.
No quiero que el adiós entre por la ventana,
ni por la puerta si eso logra brindar más claridad.
Vivo en un intento sempiterno de no ser recuerdo,
la ausencia marca el compás de mi melodioso respirar.
Prefiero ser intento que reflejo, palabra que pensamiento,
una huella antes que el olvido mismo volcado al infinito.
De vez en cuando
De vez en cuando mudo-enuncio
porque no sé resignarme
a parecer no existir.
Aquella ventana fue mi juventud…
Mis fugitivos sueños,
tan remotos como eternos,
definitivos pero huidizos
salían de nuestro hogar
como gatos sigilosos
para disfrutar el cielo mirar,
y mi viejo jardín abrazar.
El reloj marca el compás,
el cielo baila a su ritmo,
es hora de hacerse añicos,
no importan horas pasadas;
es momento de romperse
y esperar algún mañana
en que las piezas encajen;
rompecabezas de cristal.
En la cima
Un placer ser un espejo,
cuando no quiero ser cristal
porque sin querer te muestro
de frente el cercano final.
Por si acaso
“No puedes vivir para un futuro que no sabes si algún día llegará”
Now I see it.
You only overcome your fear of death
when solitude has entered to deep
inside your self.
When there is anything left
deadlier than loneliness,
there is where fear dies
and life learns to breathe.
When I see your smile,
I can almost listen to your dreams,
I see your effort to exist.
In the distance you’re a reminder
of the world that is out there.
En un breve guiño a la semana pasada,
pesada, a las horas guardadas,
a los días perdidos, partidos,
al cuerpo transitando sin rumbo
porque no puede ir a ningún lado,
porque si pudiera no querría ir,
surgió…
Leo porque no sé lo que siento y necesito que alguien me lo diga.
Quiero encontrarme y mi propio ser no me basta
sino para desencontrarme con el exterior
y mirarme alejada de quienes creen que la verdad no existe
y tanto más de quienes creen que todo es verdad.
No sé decir
Puntos finales escribo con frecuencia,
pero en realidad no sé decir adiós.
Creí haber aprendido,
logré engañarme.
No tengo forma de hacer versos
que no sean incompletos,
como yo.
Tampoco puedo hacer más
que pequeñas historias
porque no quiero encontrar un final
para lo verdaderamente vivo.
Y cada pequeñez
que termina apenas comienza
no parece doler.
No se siente el tiempo
en una postal
como en una carta,
mucho menos en hojas
distantes en las que todo
sucede y cambia.
No se siente el tiempo
en palabras cotidianas,
hasta que las desconoces,
hasta que ellas mismas desconocen
tus labios y su esencia
porque para ti no significan nada.
Me escucho
En el primer instante de silencio
me deshago.
Se acerca la noche y no hay presencia
si no la de un grillo ruidoso,
lo más constante del instante
con el viento maltrecho de fondo
alejando el habla.
Entonces se va
A veces solo hace falta despojarte de todo,
sentarte en la cama en silencio
y que una mano ajena,
sin la mínima idea de lo que piensas,
acaricie tu espalda.
Entonces las lágrimas llueven
y la sensatez se vuelve ilusoria.
Entonces la soga invisible
que te ahorca todo el día
parece irse.
Del adiós
Para una nueva noche, un nuevo poema,
aunque se me olvidaran las palabras,
volverán mañana; serán otras, como yo,
pero vendrán a susurrarme el disfraz
de los silencios que me apropio.
“¿Por qué vuelves siempre al adiós?”
Porque hay adioses que te acompañan
a todas partes, van contigo aunque no quieras.
Les cierras la puerta y piensas dejarlos
pero se adhieren a tu espalda y cierran,
contigo, las puertas del olvido.
“¿Cuál ha sido el peor adiós?”
El peor pudo ser el más breve o el más largo;
los adioses más dolorosos son los que no se dan,
la vida los dicta y cual títeres hacemos suceder
sin rastro ni destino de quienes vamos a ser,
sin idea remota de cuánto durarán,
sin saber que al recordarnos diremos “oh, eso fue un adiós”.
Hace tiempo
Hace tiempo que el café no es ya reconfortante.
Hace tiempo, también, que el viento no besa mi rostro,
mi rostro, que no besa las calles ni árboles,
hace tiempo que no admito no encontrar oxígeno.
A veces parece
A veces parece que nada en el mundo es tuyo,
que la sonrisa solo existe si son otros quienes la piensan,
que no hay un “yo”. Parece que el dolor debe ser mudo
y lo único que queda es el silencio.
A veces parece que es el último día de todo
y ni siquiera el posible descanso es un alivio.
¿En dónde decidí odiar el tiempo y mi propia voz?
¿Todavía era yo o ya estaba escondida en mi silencio?
Ojalá pudiera ser yo sin volver a comenzar.
Ojalá no pesara tanto levantar las comisuras
de los labios,de los prejuicios, de los miedos y del porvenir.
¿Hace cuánto que no existo? ¿Por qué lo habría de saber?
Si las lágrimas responden, ¿puedo preguntar otra vez?
De ello no quiero certeza, no espero ni siquiera
una razón, tampoco gano algo preguntando,
pero mi ceño fruncido se ha agotado
de ocultarse en mi habitación.
Una termina escribiendo
Una termina escribiendo porque se queda sin oídos,
sin brazos y sin empatía que le escuchen.
Termina escribiendo porque apenas el papel tolera sus ideas,
porque la pluma se desgasta a la par de la voluntad de existir,
porque el texto se queda en algún lugar
aunque a veces se olvide,
como los sentimientos en el alma.
Una termina escribiendo porque empieza a bajar la voz,
empieza a entender que no puede defenderse fuera
de sí más que consigo. Y empieza a escribir
porque no enmudece de ideas ni de sensibilidad,
porque aunque quisiera ignorarse, no puede.
Una termina escribiendo porque vive en la agonía
de su eterna compañía, de ser como es,
de pensar como piensa y querer intentar algo distinto.
Termina, empieza y vive escribiendo
porque no hay otra forma de vivir la soledad
más que abrazándola ni de alejarla, más que
dándole un cuerpo, con orejas y brazos y empatía
de papel y tinta.
A(penas)
El frío a veces escapa de las manos
se mete y desliza por la espalda.
A veces nada reconforta,
a veces sólo sabes llorar,
a veces apenas existes
y el “apenas” duele.
Si supieras que te imagino en los otros,
que no hay un recuerdo tuyo
porque decides cambiar y lo
que me quedo son tus nuevas miradas.
La mujer que conoces
La mujer que conoces no siempre fui yo.
La mujer que amas es un conjunto
del pasado que te cuento y las personas
que borrarías de mi vida, incluso quienes yo.
¿La libertad?
¡Qué triste! la vida le da la razón a las palabras
y no las dejan ser hipérboles de duda.
Alguna vez dije que la libertad
existía sólo como concepto.
No sé entonces si el mundo estaba más cerca
de que los conceptos fueran realidades,
pero hoy parece que se aleja,
la ilusión de “libertad”, era un cristal
lejano al que pensábamos acercarnos.
Los caminantes fueron por él,
los más escépticos les miraron
y al ver que era un espejo,
escépticos conocieron la decepción
y caminantes se empeñaron a atravesarlo;
como Narciso, decidieron sumergirse y perderse
en el intento de poseer una ilusión.